viernes, agosto 26, 2005

Puedes llamarme Pete

Ese era un título tentador para una ficción breve que escribí y que ha sido publicada hoy en un especial de la revista Axxón. Mi Propia Muerte, se llama este compendio de cuentos (ya es la segunda entrega) donde en ficciones breves se habla de, claro está, cómo creemos o pensamos que sería nuestra propia muerte.
Además tengo el placer de compartir publicación con Marcelo Di Lisio y su escalofriante cuento En Compañía. Recomiendo la lectura de este, del mío y de, por supuesto, nuestros acompañantes en nuestra propia muerte. Ahí va.

lunes, agosto 22, 2005

Short Fiction

Nuevamente es el turno del señorito Ignacio Alles, que ahora nos acerca una interesante e inquietante ficción breve. Está, como se puede ver, en inglés pero de lectura amena y ligera. Allá vamos.


Business Cards

I'll never forget the time I purchased one hundred business cards to give to my customers. One cold morning of June, I was finishing a meeting when I discover I had given to the customer my last business card. Then the phone rang as we were shaking hands.
'Good morning, Bernard Allred speaking,' I said. I heard the sound of the phone call ending while the customer was leaving the office. Keeping the phone still in my hands, I called the printer and I ordered the business cards I needed. They said it would take them three or four days to make and deliver them.
That night I was staying late at the office because I had a lot of work to do. Suddenly —and unexpectedly— the doorbell rang. As the office was closed I remained sitting doing my job. It rang again, so I thought it might have been something important. When I opened the door I saw a young man holding a small light brown packet in his hands.
'Here are your cards,' said the boy. 'The main printer machine is working again so we could finish the cards sooner.' I went back to my desk and started looking at my new cards when I realized that one of them —the last one— had a different phone number printed on it. I thought of calling to the printer but it was after their business hours. Instead, I phoned the number that was printed on my card, and I got shocked when somebody answered.
'Good morning, Bernard Allred speaking,' he said. I remembered myself saying those very same words in the morning and I hung. I stayed frozen during a few minutes and finally I decided never to call that number again.
Ignacio Alles

jueves, agosto 18, 2005

Goth Header

As you wish, Master. Este es el papel original, escaneado. Verán que además tiene una parte que eliminé porque si bien me gusta cómo queda, la hice de prueba y en el todo universal del nombre, no queda tan bien. Este blog es más minimalista (aunque el header de minimalista no tiene nada). Como les comenté a algunos hace tiempo: escribir con pluma es muy relajante.

Bonus Track (bromoleo)

He vuelto a escanear el séptimo bromoleo, esta vez respetando el color real del papel. Hay diferencia, tampoco es gran cosa, pero a mi me gusta más. Acá va:
Y además hoy estreno header, un Alejandro Moia gótico. Voy perfeccionando la técnica: está hecho a mano, con pluma(dos plumas para dos trazos) y tinta, a la antigua. El único retoque digital que tiene es, obviamente, la inversión de los colores; papel blanco con tinta negra, pero para la página queda mejor así como está.

miércoles, agosto 17, 2005

Mis Bromoleos (tercera parte)

Basta de cháchara. Pasemos al tema: the Bromoil Prints.
Fue difícil hacerlos. Pero mucho menos de lo que pensé y leí por ahí. Será que tuve suerte al conseguir el papel húngaro Kentmere, hacer bien los químicos y seguir los pasos a rajatabla. Las brochas fueron algo crítico. Empecé con una de maquillaje, muy coqueta pero poco práctica: demasiado blanda. También probé con una de afeitar, pero lo mismo. Finalmente conseguí una símil pelo de ciervo, que fue la que usé hasta el final.
Aprendí a hacerlos con el cuadernillo de fotografía alternativa "El Bromoleo Monocromo", que compré por Internet y tardó 100 días en llegar (nota mental: no volver a elegir envío por barco). Este libro es la traducción en español del clásico de Gene Laughter, Bromoil 101.
Luego de hacer la copia, blanquearla, dejarla secar un día y volverla a mojar, me puse a entintar mi primer bromoleo. Se podría decir que fue un fracaso, si vemos el resultado, pero no. Aprendí mucho de qué cosas no se debían hacer y me di cuenta, ya al final, de cómo funcionaba la técnica de entintado y desentintado. La foto es la siguiente (click para abrir y ver más grande):

La estatua, un ángel, se puede encontrar en el cementerio de la Recoleta, en Buenos Aire. El problema que tuve con esta foto es que una vez que la entinté y quedó toda cubierta de tinta y se veía toda negra, ¡no sabía cómo desentintarla! Porque la verdad, el libro no lo explica bien. Finalmente creí entender cómo y lo hice... pero de otra manera. Y así quedó: desentintada a la fuerza. Por ser el primer intento, podría haber sido peor. Al menos sabía que los químicos habían actuado.
El segundo, fue mejor. Funcionó, dije al terminar. La foto es la misma, vean:

Ya se ve y se aprecia mejor. Aún no tenía la brocha buena, pero luego de entintar, limpiar y seguir golpeando pude ver cómo, casi de una manera tan mágica como es el revelado, la imagen iba apareciendo. A esta altura estaba contento y sabía que la próxima iba a salir bien.
La tercera. Casi, casi bien. Veamos:
Seguimos en el cementerio de la Recoleta. Esta foto me gusta mucho pero presenta dos problemas que, en general, son catastróficos para las técnicas antiguas y alternativas: bajo contraste y fuera de foco. En la cara del angelillo se aprecia muy poco detalle: tiene bajo contraste, error al sacar la foto por el tema de la iluminación. Y en la parte derecha de la foto, los ladrillos desnudos, prácticamente se pierde no solo el detalle sino la imagen, porque están fuera de foco. Está fotografía en copia convencional queda "mejor" que con bromoleo, por una cuestión técnica. Pero ya se podía ver que funcionaba: pude quitar la tinta hasta dejar un blanco puro y en la parte izquierda de la foto, sobre las alas, se ve que quedó técnicamente perfecto. Ahora sí, la próxima tenía que salir bien.
Y así fue. La cuarta salió bien. Aquí está:
La torre de Pisa. Obvio. La técnica está bastante bien, pese que a la hora de entintar tuve un inconveniente. Tenía pensado hacer un difuminado especial, como se verá en la próxima, pero un cambio de dirección a la hora de mover la brocha arruinó lo que había hecho y casi tuve que empezar de cero. Al final quedó así, se distingue bien, una foto con mucho contraste, bien lograda. El primer bromoleo correcto.
Mi primer favorito. Cuando llegué al quinto entendí lo buena y lo potente que era esta técnica.
Sí, es una foto. Un bromoleo. Esta, como la anterior y las posteriores las saqué en el viaje por Europa que antes comenté. En este caso tenemos la catedral de Segovia. Lo que hice es evidente: a la hora de desentintar arrastré la brocha diagonalmente, para que en vez de que queden puntos queden pequeñas líneas. Por eso se ve así. Además, una vez casi seca le di más contraste arrastrando fuertemente y quitando tinta de más, por eso las "manchas blancas" en las paredes. Me gusta mucho cómo quedó.
Sólo otra foto mejor podía convertirse en mi favorita después de esta. Y es la número seis. La imagen de la escultura de Laocoonte (gracias Coya) que se encuentra en el Vaticano:
Aquí mantuve una oscuridad para hacerla un poco más dramática. Los toques de contraste (partes blancas de la cara) las hice quitando la tinta con una goma. Me gusta mucho. Es una foto que dice cosas, si se la pone a ver con detalle, no se puede ser indiferente. Mi favorita.
Aunque... la sépitma y última, me gusta mucho también. Seguimos en Roma, en el Foro, donde del templo de Castor y Pólux sólo quedan sus tres famosas columnas:
Esta es la única de las imágenes que difiere de la realidad: al escanearla la pasé a escala de grises, y en papel no es así. El papel está envejecido con café, lo que le da un color amarillento y con manchas. Era la idea, crear una imagen abstracta, que no se sepa cuándo fue hecha, de un monumento que está por fuera de la línea de tiempo. Una foto con contrastes exagerados, rayas que delaten una posible edad, manchas que indiquen que ha pasado por muchas manos. Esta es la séptima y última. Mi trabajo final.
Aquí están, estos son, los bromoleos de alemón. Algún día continuaré, cuando pueda volver a armarme el laboratorio. Además he adquirido algún libro de época que habla sobre variaciones interesantes de la técnica. También me quedó por probar el entintado con otros colores y, si me atrevo, podría hacer una coloración de la foto.
Espero las hayan disfrutado. Yo lo hice haciéndolas y cada vez que las miro. Esto es todo, amigos.

martes, agosto 16, 2005

Mis Bromoleos (segunda parte)

¿Qué diaño es un bromoleo?
¿Cómo diantres se hacen?
Finales del XIX, principios del XX. Cuando la fotografía normal era lo que hoy llamamos alternativa. Goma Bicromatada, Platinotipos, Cianotipos, Van Dykes, Kaliotipos y hasta Daguerrotipos. Todas ellas tenían un factor común indispensable para considerar una fotografía como artística (hoy diríamos de autor): un trabajo intenso y manual del fotógrafo. Algunos procesos llevaban horas, otros días y otros hacían que los días finales llegasen más rápido, antes que se supiese que hacer daguerrotipos era cancerígeno. Una época dorada para la buena fotografía.

Y así llegó la primavera de 1907, cuando Welborne Piper perfeccionó el trabajo previo de E.J. Wall y publicó un artículo donde, con elocuente claridad, nos enseñaba cómo procesar los hasta ese entonces inexistentes Bromoleos.

Esta es una brevísima forma de contar cómo nacieron y de dónde vienen. Ahora, de forma también breve (para no aburrir), les diré cómo se hacen. Pero antes, qué son:

Un bromoleo es una copia en papel de una fotografía a la cuál se le somete a un proceso de revelado un tanto especial. ¿Cómo se obtiene una foto normal? Se saca la foto: al abrirse el diafragma la luz entra por la lente e incide sobre el negativo; sus sales de plata y otras yerbas reaccionan y crean una imagen latente. Luego se revela y obtenemos el negativo listo para copiar. Se coloca en una ampliadora y se repite el proceso al pié de la letra: con luz y a través de una lente se proyecta el negativo sobre un papel (que hace las veces de negativo), se crea una imagen latente, se revela y voila, al obtener el negativo del negativo obtenemos el positivo: lo que vio la lente de la cámara la primera vez.

Esta también es la base de un bromoleo: con algunas modificaciones, se realiza este proceso pero no se termina aquí, sino que recién empieza. En una foto normal en papel, lo negro que vemos son las sales de plata afectadas por la luz. En un bromoleo, el color que vemos no son sales que venían en el papel, es tinta. Tinta que el fotógrafo puso a mano.

¿Cómo se pasa de una foto normal a un bromoleo? La foto normal debe tener, en principio, ciertas consideraciones:
El papel debe ser baritado con acabado mate o semi-mate. Además debe ser pesado, lo más grueso posible. Hoy en día son difíciles de conseguir, pero no imposibles.
Químicos: el revelador, el detenedor y el fijador deben ser lo más puros posibles. El detenedor y fijador se pueden hacer a base de ácidos comprados en droguerías.
Contraste: los papeles adecuados para los bromoleos son multi-contraste. Una vez elegido el contraste que nos parece adecuado, revelarlo con dos grados menos.

Una vez obtenida la foto, bien lavada y secada, se la somete al proceso de blanqueado. Este es el proceso básico de la teoría bromoliana. Al blanquear la foto ocurren dos cosas: primero, se desprende las sales de plata oscurecidas por lo que la fotografía queda (casi) blanca: se vuelve a crear una suerte de imagen latente. Segundo y más importante, en las zonas del papel donde no había sales de plata (partes blancas de la foto normal) se hincha de agua. ¡Y he aquí el quid de la cuestión! Porque, una vez que la foto está blanqueada y dejada reposar por un día, se le aplica la tinta. ¿Qué tinta? Una tinta xilográfica o cualquier tinta fina al aceite. Y como todos saben, el agua y el aceite no se llevan bien, por lo que la tinta sólo se quedará fijada en aquellas partes de la foto donde el papel no se ha hinchado de agua, esto es, donde antes había sales de plata que se desprendieron. Esta es la base del bromoleo: hinchar con agua las partes blancas, desprender las sales de plata y aplicar la tinta, que se quedará fijada sólo donde debe hacerlo.

¿Por qué se llama entonces bromoleo? Por el componente activo más importante del blanqueador: el bromuro de potasio y, por supuesto, la tinta al óleo. El blanqueador es un mejunje de productos químicos en precisas y caprichosas cantidades: el citado bromuro de potasio, algo de sulfato de cobre y una pizca de bicromato potásico. Estos productos se reducen en agua y se guardan a la sombra para que sus componentes fotosensibles no se alteren y luego se mezclan entre sí para formar el blanqueador.

Hasta aquí la parte química del proceso. El toque del fotógrafo, la identidad de la foto, se da en el entintado. Es el proceso más meticuloso, ya que para hacer una foto de 13x18 se puede tardar fácilmente una hora. Una hora dándole golpecitos a la foto. Primero se debe expandir la tinta de una manera muy fina sobre una baldosa o superficie muy plana para que la brocha tome poca cantidad de tinta cada vez que se la carga. La brocha, elemento indispensable y quizá el más difícil de conseguir y más cuidadoso para elegir y mantener. Según el libro que tengo y de donde he aprendido la técnica, estas deben ser (si se quiere la máxima calidad) de pelo de cerdo blanco. Pero, por suerte, pueden ser reemplazadas por brochas especiales de pelo de ciervo o, si queremos ir a lo barato y cotidiano: brochas de afeitar o de maquillaje, aunque la calidad de estas es realmente baja.
Básicamente el entintado consiste en trasmitir, con la brocha y de muy pocas cantidades, tinta a la foto. Una vez que la foto está completamente negra y llena de tinta, se limpia la brocha y se empieza a quitar la tinta de la foto, golpeando suavemente (a veces no tanto) para que la tinta que está sobre las partes de papel hinchado con agua se desprenda y se quede prendida a la brocha, que se debe limpiar constantemente. La tinta que está sobre los sectores que no tienen agua quedará fijada. Es, como dije, un proceso largo y delicado pero que, sin lugar a duda, vale la pena. Y así se le da ese efecto final: una foto de bordes difuminados, compuesta por miles de pequeños puntitos (la tinta que dejaron los pelos de la brocha), casi un dibujo, algo que no fue lo que tomó la cámara en un principio.
Luego y ya con más práctica se pueden hacer algunas otras cosas: aumentar contraste quitando tinta con otros elementos, arrastrar la brocha para transformar los pequeños puntos en pequeñas líneas, etc.

Así que, sin más, esto es brevemente la teoría del bromoleo. Sí, lo sé, un poco pesado y se preguntarán: ¿y dónde están las fotos? Mañana. Sé que les respondí con una variable temporal a una pregunta espacial, pero creo que todos entendieron.

viernes, agosto 12, 2005

Mis Bromoleos (primera parte)

Mis Bromoleos

¿Broqué?

Mis bebés, ¡los encontré!. Siempre los tuve a mano (mis bromoleos físicos), a donde me mudo los llevo, son mis pequeñas obras de arte (bueno, no es para tanto che), y ahora los encontré en formato digital, aquellos archivos que escanié hace tanto. Encontré mis preciados Bromoleos.
¿Es un dibujo? ¿Es una foto? ¿Es un avión? ¡No! ¡Es un Bromoleo!
Enero del 2001. Mi primo Sergio vuelve de EEUU con algo que le encargué: una cámara de fotos. Le dije que compre algo más o menos, pero que no gaste mucho. Me vino con una Reflex. Me pareció demasiado, pero esa decisión que tomó en contra de lo que yo quería en ese momento, marcó un nuevo rumbo en varios aspectos y gustos de mi vida. Ahí empecé a conocer la Fotografía.
Unos meses después emprendí el viaje que debía ser obligatorio para todos las personas de entre 18 y 23 años: una aventura de mochilero por Europa. Volví con la cabeza partida al medio y con 15 rollos de fotos.
Pasada ya la mitad del 2001 decidí que eso no podía seguir así: tenía que aprender fotografía, de verdad. Me anoté en los cursos de fotografía de la Universidad de Buenos Aires, dictados en la Ciudad Universitaria. Tuve la gran fortuna de ser instruido por un excelente maestro: Daniel Tubio. Antes de pasados los tres meses ya tenía armado en el fondo de mi casa mi primitivo pero encantador laboratorio fotográfico. Le compré a Pei la ampliadora, una reliquia hermosa marca Leitz (prima hermana de Leica), conseguí un par de cajones de carnicero (bateas de revelado) y algunos utencillos más y todo listo, a revelar. El laboratorio no estuvo en funcionamiento muchos meses y su cosecha fue escasa pero debo aclarar, productiva.
Mi descubrimiento del bromoleo fue en el citado curso de fotografía. Una de las clases fue especial porque era una presentación de las obras de los tres profesores que daban el curso de introducción a la fotografía. Daniel Tubio presentó sus fotografías estenopéicas (de las que algún día hablaré), Augusto Zanela presentó sus increíbles anamorfías (de las que algún día hablaré) y por último, el tercer profesor presentó también sus obras. Como notarán, no recuerdo su nombre. Y como no podía ser de otra manera, fue algo que él mostro lo que más me impresionó en toda la clase. Mientras explicaba cómo había empezado en la fotografía, nos enseñó algunas fotos de su tío, allá por las primeras décadas del siglo XX, pero hubo una que despertó notoriamente mi atención (y la de muchos otros alumnos). Algunos preguntaron ¿Es eso una foto?, atónitos. Sí, es un bromoleo, respondió con tranquilidad el fotógrafo anónimo. Y siguió con sus proyecciones. Llegué a casa y tras una consulta al Dr. Know supe con certeza que era algo que tenía que hacer, o al menos intentar.
Pasaron las semanas y cuanto más averiguaba más se complicaba el asunto. No sólo era difícil a nivel técnico, sino que había muy poca información sobre el tema y los materiales eran casi imposibles de conseguir. Llegó el final del curso y el veranito de fin de año y no fue hasta el siguiente, el 2002, que lo conseguí.

Pero esa es otra historia.

Ah no, es la misma. Bueno, entónces la sigo en las dos siguientes partes de Mis Bromoleos:

Parte dos: ¿qué diantres es un bromoleo y cómo se hace?
Parte tres: Mis Bromoleos. Obras y explicación detallada de cada una.

miércoles, agosto 10, 2005

La Metamorfosis, de Dante

Durante Alighieri nos regaló La Divina Comedia, una obra inmortal para ser disfrutada una y mil veces. En ella se encuentran pasajes magníficos, casi imposibles de olvidar. Este, donde describe una metamorfosis (recordemos que Dante nació en 1265) es uno de mis favoritos. Aquí va el canto completo.

-Infierno-
Canto XXV

El ladrón al final de sus palabras, alzó las manos con un par de higas, gritando: «Toma, Dios, te las dedico.» Desde entonces me agradan las serpientes, pues una le envolvió entonces el cuello, cual si dijese: «No quiero que sigas»; y otra a los brazos, y le sujetó ciñéndose a sí misma por delante que no pudo con ella ni moverse.
¡Ah Pistoya, Pistoya, por qué niegas incinerarte, así que más no dures, pues superas en mal a tus mayores! En todas las regiones del infierno no vi a Dios tan soberbio algún espíritu, ni el que cayó de la muralla en Tebas.
Aquel huyó sin decir más palabra; y vi venir a un centauro rabioso, llamando: «¿Dónde, dónde está el soberbio?» No creo que Maremma tantas tenga, cuantas bichas tenía por la grupa, hasta donde comienzan nuestras formas.
Encima de los hombros, tras la nuca, con las alas abiertas, un dragón tenía; y éste quema cuanto toca.
Mi maestro me dijo: «Aquel es Caco, que, bajo el muro del monte Aventino, hizo un lago de sangre muchas veces.
No va con sus hermanos por la senda, por el hurto que fraudulento hizo del rebaño que fue de su vecino; hasta acabar sus obras tan inicuas bajo la herculea maza, que tal vez ciento le dio, mas no sintió el deceno. » Mientras que así me hablaba, se marchó, y a nuestros pies llegaron tres espíritus, sin que ni yo ni el guía lo advirtiésemos, hasta que nos gritaron: «¿Quiénes sois?»: por lo cual dimos fin a nuestra charla, y entonces nos volvimos hacia ellos.
Yo no les conocí, pero ocurrió, como suele ocurrir en ocasiones, que tuvo el uno que llamar al otro, diciendo: «Cianfa, ¿dónde te has metido?» Y yo, para que el guía se fijase, del mentón puse el dedo a la nariz.
Si ahora fueras, lector, lento en creerte lo que diré, no será nada raro, pues yo lo vi, y apenas me lo creo.
A ellos tenía alzada la mirada, y una serpiente con seis pies a uno, se le tira, y entera se le enrosca. Los pies de en medio cogiéronle el vientre, los de delante prendieron sus brazos, y después le mordió las dos mejillas.
Los delanteros lanzóle a los muslos y le metió la cola entre los dos, y la trabó detrás de los riñones. Hiedra tan arraigada no fue nunca a un árbol, como aquella horrible fiera por otros miembros enroscó los suyos.
Se juntan luego, tal si cera ardiente fueran, y mezclan así sus colores, no parecían ya lo que antes eran, como se extiende a causa del ardor, por el papel, ese color oscuro, que aún no es negro y ya deja de ser blanco.
Los otros dos miraban, cada cual gritando: «¡Agnel, ay, cómo estás cambiando! ¡mira que ya no sois ni dos ni uno! Las dos cabezas eran ya una sola, y mezcladas se vieron dos figuras en una cara, donde se perdían.
Cuatro miembros hiciéronse dos brazos; los muslos con las piernas, vientre y tronco en miembros nunca vistos se tornaron.
Ya no existian las antiguas formas: dos y ninguna la perversa imagen parecía; y se fue con paso lento.
Como el lagarto bajo el gran azote de la canícula, al cambiar de seto, parece un rayo si cruza el camino; tal parecía, yendo a las barrigas de los restantes, una sierpe airada, tal grano de pimienta negra y livida; y en aquel sitio que primero toma nuestro alimento, a uno le golpea; luego al suelo cayó a sus pies tendida.
El herido miró, mas nada dijo; antes, con los pies quietos, bostezaba, como si fiebre o sueño le asaltase.
Él a la sierpe, y ella a él miraba; él por la llaga, la otra por la boca humeaban, el humo confundiendo. Calle Lucano ahora donde habla del mísero Sabello y de Nasidio, y espere a oír aquello que describo.
Calle Ovidio de Cadmo y de Aretusa; que si aquél en serpiente, en fuente a ésta convirtió, poetizando, no le envidio; que frente a frente dos naturalezas no trasmutó, de modo que ambas formas a cambiar dispusieran sus materias.
Se respondieron juntos de tal modo, que en dos partió su cola la serpiente, y el herido juntaba las dos hormas.
Las piernas con los muslos a sí mismos tal se unieron, que a poco la juntura de ninguna manera se veía.
Tomó la cola hendida la figura que perdía aquel otro, y su pellejo se hacía blando y el de aquélla, duro.
Vi los brazos entrar por las axilas, y los pies de la fiera, que eran cortos, tanto alargar como acortarse aquéllos.
Luego los pies de atrás, torcidos juntos, el miembro hicieron que se oculta el hombre, y el misero del suyo hizo dos patas.
Mientras el humo al uno y otro empaña de color nuevo, y pelo hace crecer por una parte y por la otra depila, cayó el uno y el otro levantóse, sin desviarse la mirada impía, bajo la cual cambiaban sus hocicos.
El que era en pie lo trajo hacia las sienes, y de mucha materia que allí había, salió la oreja del carrillo liso; lo que no fue detrás y se retuvo de aquel sobrante, a la nariz dio forma, y engrosó los dos labios, cual conviene.
El que yacía, el morro adelantaba, y escondió en la cabeza las orejas, como del caracol hacen los cuernos.
Y la lengua, que estaba unida y presta para hablar antes, se partió; y la otra partida, se cerró; y cesó ya el humo.
El alma que era en fiera convertida, se echó a correr silbando por el valle, y la otra, en pos de ella, hablando escupe.
Luego volvióle las espaldas nuevas, y dijo al otro: «Quiero que ande Buso como hice yo, reptando, su camino. » Así yo vi la séptima zahúrda mutar y trasmutar; y aquí me excuse la novedad, si oscura fue la pluma.
Y sucedió que, aunque mi vista fuese algo confusa, y encogido el ánimo, no pudieron huir, tan a escondidas que no les viese bien, Puccio Sciancato -de los tres compañeros era el único que no cambió de aquellos que vinieron- era el otro a quien tú, Gaville, lloras.

lunes, agosto 08, 2005

Ilustraciones retro-fabulosas


El autor de estas ilustraciones es Mark Ryden. Este californiano de cuarenta y tantos nos transporta a los años 50 de una manera cruda pero graciosa, con un aire infantil de caras tristes, conejos y perros, pero sin olvidar un poco de carne y sangre a roletes. En sus páginas van a encontrar mucho de este universo de fantasía perfectamente logrado.

http://www.markryden.com
http://www.wondertoonel.com

viernes, agosto 05, 2005

El bramido del Minotauro

Una gran aparición. En la revista Axxón hoy salió la nota de divulgación El bramido del Minotauro. Este artículo lo coescribí con el Maestro Marcelo Dos Santos y fue una grata experiencia y, con toda seguridad, la primera de varias. Pero pasemos a la nota en sí.

¿Cuánto sabemos de los cretenses? Hoy es fácil ubicar a Creta, la gran isla griega, pero no lo es tanto saber qué pasó en ella hace unos miles de años. Pues allí, señoras y señores, vivió un pueblo inigualable de grandes riquezas materiales y culturales. Eran los verdaderos amos del Mediterraneo, su influencia tocó a todos los pueblos que se bañaban en él y su poderío fue indiscutible. Pero entónces, ¿por qué no se hicieron con el control total y llenaron de cultura y educación a todo el mundo? Porque, en un abrir y cerrar de ojos, desaparecieron de la faz de la tierra.

¿Qué pasó? ¿Quién o qué pudo haber hecho algo así? ¿Quiénes son Evans, Ceram y Marinatos? ¿Qué es el bramido del Minotauro? ¿Zeus, el que maneja las nubes, cubrió los cielos mediterraneos de fuego y nubes negras? ¿Qué desató la ira de los Dioses?. Todo esto y mucho más a un click de distancia.